1Los cimientos de la ciudad de Dios[1] están en el santo monte.2El SEÑOR ama las entradas de Sión más que todas las moradas de Jacob.3De ti, ciudad de Dios, se dicen cosas gloriosas: Selah4«Entre los que me reconocen puedo contar a Rahab y a Babilonia, a Filistea y a Tiro, lo mismo que a Cus. Se dice: “Este nació en Sión”».5De Sión se dirá, en efecto: «Este y aquel nacieron en ella. El Altísimo mismo la ha establecido».6El SEÑOR anotará en el registro de los pueblos: «Este nació en Sión». Selah7Y mientras cantan y bailan, dicen: «En ti se hallan todos mis orígenes».[2]