1Esta es la palabra del SEÑOR, que vino a Joel hijo de Petuel.
La invasión de langostas
2¡Oíd esto, ancianos del pueblo! ¡Prestad atención, habitantes todos del país! ¿Alguna vez sucedió cosa semejante en vuestros tiempos o en los de vuestros antepasados?3Contádselo a vuestros hijos, y que ellos se lo cuenten a los suyos, y estos a la siguiente generación.4Lo que dejaron las langostas grandes lo devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas.[1] (Joe 2,25)5¡Despertad, borrachos, y llorad! Gemid, todos los entregados al vino, porque el vino dulce os fue arrebatado de los labios.6Una nación poderosa e innumerable ha invadido mi país: tiene dientes de león, colmillos de leona.7Asoló mis vides, desgajó mis higueras. Las peló hasta dejar blancas sus ramas; ¡las derribó por completo!8Mi pueblo gime como virgen vestida de luto por la muerte de su prometido.9Las ofrendas de cereales y las libaciones no se ofrecen ya en la casa del SEÑOR. Hacen duelo los sacerdotes, los ministros del SEÑOR.10Los campos yacen devastados, reseca está la tierra; han sido arrasados los cereales, se ha secado el vino nuevo y agotado el aceite.11Secaos también vosotros, labradores; gemid, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha de los campos.12La vid se marchitó; languideció la higuera; se marchitaron los granados, las palmeras, los manzanos, ¡todos los árboles del campo! ¡Y hasta la alegría de la gente acabó por marchitarse!
Llamado al arrepentimiento
13Vestíos de duelo y gemid, sacerdotes; lamentaos, ministros del altar. Venid, ministros de mi Dios, y pasad la noche vestidos de luto, porque las ofrendas de cereales y las libaciones han sido suspendidas en la casa de vuestro Dios.14Proclamad ayuno, convocad una asamblea solemne. Reunid a los ancianos del pueblo en la casa del SEÑOR vuestro Dios; reunid a todos los habitantes del país, y clamad al SEÑOR.15¡Ay de aquel día, el día del SEÑOR, que ya se aproxima! Vendrá como devastación de parte del Todopoderoso.16¿No se nos arrebató el alimento ante nuestros propios ojos, y la alegría y el regocijo de la casa de nuestro Dios?17La semilla se pudrió a pesar de haber sido cultivada.[2] Los silos están en ruinas y los graneros, derribados porque la cosecha se perdió.18¡Cómo brama el ganado! Vagan sin rumbo las vacas porque no tienen donde pastar, y sufren también las ovejas.19A ti clamo, SEÑOR, porque el fuego ha devorado los pastizales de la estepa; las llamas han consumido todos los árboles silvestres.20Aun los animales del campo te buscan con ansiedad, porque se han secado los arroyos y el fuego ha devorado los pastizales de la estepa.