1Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia,2desead con ansias la leche pura de la palabra,[1] como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, creceréis en vuestra salvación,3ahora que habéis probado lo bueno que es el Señor.
La piedra viva y su pueblo escogido
4Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos, pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercaros a él,5también vosotros sois como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegáis a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.6Así dice la Escritura: «Mirad que pongo en Sión una piedra principal escogida y preciosa, y el que confíe en ella no será jamás defraudado». (Jes 28,16)7Para vosotros, los creyentes, esta piedra es preciosa; pero, para los incrédulos, «la piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular», (Ps 118,22)8y también: «una piedra de tropiezo y una roca que hace caer». Tropiezan al desobedecer la palabra, para lo cual estaban destinados. (Jes 8,14)9Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclaméis las obras maravillosas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.10Antes ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; antes no habíais recibido misericordia, pero ahora ya la habéis recibido.11Queridos hermanos, os ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que os apartéis de los deseos pecaminosos[2] que combaten contra la vida.12Mantened entre los incrédulos[3] una conducta tan ejemplar que, aunque os acusen de hacer el mal, ellos observen vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.[4]
Sumisión a los gobernantes y a los superiores
13Someteos, por causa del Señor, a toda autoridad humana, ya sea al rey, como suprema autoridad,14o a los gobernadores que él envía para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien.15Porque esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagáis callar la ignorancia de los insensatos.16Eso es actuar como personas libres que no os valéis de vuestra libertad para disimular la maldad, sino que vivís como siervos de Dios.17Dad a todos el debido respeto: amad a los hermanos, temed a Dios, respetad al rey.18Criados, someteos con todo respeto a vuestros amos, no solo a los buenos y comprensivos, sino también a los insoportables.19Porque es digno de elogio que, por sentido de responsabilidad delante de Dios, se soporten las penalidades, aun sufriendo injustamente.20Pero ¿cómo podéis atribuiros mérito alguno si soportáis que os maltraten por hacer el mal? En cambio, si sufrís por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios.21Para esto fuisteis llamados, porque Cristo sufrió por vosotros, dándoos ejemplo para que sigáis sus pasos.22«Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca». (Jes 53,9)23Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia.24Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados.25Antes erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor que cuida[5] de vuestras vidas.