1Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús,[1]2pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me[2] ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.3En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores,[3] para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana,4a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu.5Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu.6La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.7La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo.8Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.9Sin embargo, vosotros no vivís según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en vosotros. Y, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.10Pero, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en vosotros es vida[4] a causa de la justicia.11Y, si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en vosotros, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en vosotros.12Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.13Porque, si vivís conforme a ella, moriréis; pero, si por medio del Espíritu dais muerte a los malos hábitos del cuerpo, viviréis.14Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.15Y vosotros no recibisteis un espíritu que de nuevo os esclavice al miedo, sino el Espíritu que os adopta como hijos y os permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»16El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.17Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.
La gloria futura
18De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.19La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios,20porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza21de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para alcanzar así la gloriosa libertad de los hijos de Dios.22Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto.23Y no solo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo.24Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?25Pero, si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia.26Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.27Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.
Más que vencedores
28Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,[5] los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.29Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.30A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.31¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?33¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.34¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.35¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?36Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» (Ps 44,22)37Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.38Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios,[6] ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes,39ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Römer 8
English Standard Version
Life in the Spirit
1There is therefore now no condemnation for those who are in Christ Jesus.[1]2For the law of the Spirit of life has set you[2] free in Christ Jesus from the law of sin and death. (Röm 6,14; Röm 6,18; Röm 7,4; Röm 8,12; 1Kor 15,45; 2Kor 3,6)3For God has done what the law, weakened by the flesh, could not do. By sending his own Son in the likeness of sinful flesh and for sin,[3] he condemned sin in the flesh, (3Mo 16,5; Joh 1,14; Apg 13,39; 2Kor 5,21; Gal 4,9; Phil 2,7; Hebr 7,18; Hebr 10,1; Hebr 10,6; Hebr 10,8; Hebr 10,10; Hebr 10,14; Hebr 13,11)4in order that the righteous requirement of the law might be fulfilled in us, who walk not according to the flesh but according to the Spirit. (Röm 1,32; Röm 2,26; Gal 5,16; Gal 5,25)5For those who live according to the flesh set their minds on the things of the flesh, but those who live according to the Spirit set their minds on the things of the Spirit. (Gal 5,19; Gal 5,22; Gal 5,25; Gal 6,8)6For to set the mind on the flesh is death, but to set the mind on the Spirit is life and peace. (Röm 6,21; Röm 8,13; Kol 2,18)7For the mind that is set on the flesh is hostile to God, for it does not submit to God’s law; indeed, it cannot. (1Kor 2,14; Jak 4,4)8Those who are in the flesh cannot please God.9You, however, are not in the flesh but in the Spirit, if in fact the Spirit of God dwells in you. Anyone who does not have the Spirit of Christ does not belong to him. (Joh 14,17; Apg 16,7; Röm 8,11; 1Kor 3,16; 1Kor 6,19; 2Kor 6,16; 2Tim 1,14; Jud 1,19)10But if Christ is in you, although the body is dead because of sin, the Spirit is life because of righteousness.11If the Spirit of him who raised Jesus from the dead dwells in you, he who raised Christ Jesus[4] from the dead will also give life to your mortal bodies through his Spirit who dwells in you. (Apg 2,24; 2Kor 3,6)
31What then shall we say to these things? If God is for us, who can be[9] against us? (4Mo 14,9; 2Kön 6,16; Ps 118,6; 1Joh 4,4)32He who did not spare his own Son but gave him up for us all, how will he not also with him graciously give us all things? (Joh 3,16; Röm 4,25)33Who shall bring any charge against God’s elect? It is God who justifies. (Jes 50,8; Offb 12,10)34Who is to condemn? Christ Jesus is the one who died—more than that, who was raised—who is at the right hand of God, who indeed is interceding for us.[10] (Mk 16,19; Röm 8,1; Röm 8,27; Hebr 7,25; 1Joh 2,1)35Who shall separate us from the love of Christ? Shall tribulation, or distress, or persecution, or famine, or nakedness, or danger, or sword?36As it is written, “For your sake we are being killed all the day long; we are regarded as sheep to be slaughtered.” (Ps 44,22; Apg 20,24; 1Kor 4,9; 1Kor 15,30; 2Kor 4,10)37No, in all these things we are more than conquerors through him who loved us. (Joh 16,33; 1Kor 15,57; Gal 2,20; Eph 5,2; Offb 1,5; Offb 3,9)38For I am sure that neither death nor life, nor angels nor rulers, nor things present nor things to come, nor powers,39nor height nor depth, nor anything else in all creation, will be able to separate us from the love of God in Christ Jesus our Lord.