1Me dije a mí mismo: «Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca.»2Así que guardé silencio, me mantuve callado. ¡Ni aun lo bueno salía de mi boca! Pero mi angustia iba en aumento;3¡el corazón me ardía en el pecho! Al meditar en esto, el fuego se inflamó y tuve que decir:4«Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy.5Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal, Selah6un suspiro que se pierde entre las sombras. Ilusorias son las riquezas que amontona,[1] pues no sabe quién se quedará con ellas.7»Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!8Líbrame de todas mis transgresiones. Que los necios no se burlen de mí.9»He guardado silencio; no he abierto la boca, pues tú eres quien actúa.10Ya no me castigues, que los golpes de tu mano me aniquilan.11Tú reprendes a los mortales, los castigas por su iniquidad; como polilla, acabas con sus placeres. ¡Un soplo nada más es el mortal! Selah12»Señor, escucha mi oración, atiende a mi clamor; no cierres tus oídos a mi llanto. Ante ti soy un extraño, un peregrino, como todos mis antepasados.13No me mires con enojo, y volveré a alegrarme antes que me muera y deje de existir.»
Salmo 39
Nueva Versión Internacional (Castellano)
Al director musical. Para Jedutún. Salmo de David.
1Me dije a mí mismo: «Mientras esté ante gente malvada, vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca».2Así que guardé silencio, me mantuve callado. ¡Ni aun lo bueno salía de mi boca! Pero mi angustia iba en aumento;3¡el corazón me ardía en el pecho! Al meditar en esto, el fuego se inflamó y tuve que decir:4«Hazme saber, SEÑOR, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy.5Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. ¡Un soplo nada más es el mortal! Selah6Es un suspiro que se pierde entre las sombras. Ilusorias son las riquezas que amontona,[1] pues no sabe quién se quedará con ellas.7»Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!8Líbrame de todas mis transgresiones. Que los necios no se burlen de mí.9»He guardado silencio; no he abierto la boca, pues tú eres quien actúa.10Ya no me castigues, que los golpes de tu mano me aniquilan.11Tú reprendes a los mortales, los castigas por su iniquidad; como polilla, acabas con sus placeres. ¡Un soplo nada más es el mortal! Selah12»SEÑOR, escucha mi oración, atiende mi clamor; no cierres tus oídos a mi llanto. Ante ti soy un extraño, un peregrino, como todos mis antepasados.13No me mires con enojo, y volveré a alegrarme antes que me muera y deje de existir».