1Josué envió dos espías desde el campamento de Israel en Sitín para que cruzaran el río Jordán y observaran la situación en la otra orilla, especialmente en Jericó. Llegaron a la casa de una mujer llamada Rajab, que era prostituta;2pero alguien informó al rey de Jericó que dos israelitas habían llegado a la ciudad aquella tarde como espías.3El rey envió un grupo de soldados a la casa de Rajab para que los entregara. «Son espías israelitas —le explicaron—. Los jefes de Israel los enviaron para averiguar la mejor manera de atacarnos».4Pero ella los había escondido, y le dijo al oficial que comandaba el grupo: «Sí, unos hombres estuvieron aquí temprano, pero no sabía que eran espías.5Dejaron la ciudad al atardecer, cuando las puertas estaban por cerrarse, y no sé hacia dónde fueron. Si se dan prisa quizás los puedan alcanzar».6Ella los había llevado a la azotea y los había escondido bajo unos manojos de lino que se estaban secando allí.7Los soldados fueron hasta el río Jordán buscándolos, y al salir tuvieron el cuidado de dejar las puertas de la ciudad bien cerradas.8Rajab subió a hablar con los espías antes que se durmieran,9y les dijo: ―Sé perfectamente que su Dios les va a entregar mi país, y todos temblamos de miedo, especialmente nuestros gobernantes. Nos aterrorizamos con sólo oír la palabra Israel.10Hemos sabido lo que el SEÑOR hizo por ustedes al cruzar el Mar Rojo cuando salieron de Egipto. También sabemos lo que ustedes hicieron a Sijón y a Og, los dos reyes amorreos que habitaban al otro lado del Jordán; sabemos cómo asolaron la tierra de ellos y destruyeron completamente sus pueblos.11Esta noticia nos ha asustado. Nadie ha quedado con ánimo de pelear contra ustedes después de oír estas cosas, porque su Dios es el Dios supremo del cielo; no un dios ordinario.12Ahora les ruego que me prometan por el sagrado nombre de su Dios que cuando Jericó sea conquistada respetarán mi vida y la de mi padre, mi madre, mis hermanos y hermanas y la de todas sus familias. ¡Por favor, sálvennos la vida!14―Si no nos delatas, prometemos con nuestras vidas, que al tomar esta tierra te trataremos con bondad y fidelidad.15Como la casa de ella estaba sobre la muralla de la ciudad, ella los bajó por una ventana con una cuerda.16―Huyan a las montañas; escóndanse allí tres días hasta que los hombres que los buscan hayan regresado, y luego podrán continuar su camino —les dijo.17Antes de irse los hombres le dijeron: ―No podemos hacernos responsables de lo que ocurra18si no dejas esta cuerda colgando en la ventana y si tus parientes, tu padre, tu madre, tus hermanos o cualquier otro no están dentro de la casa.19Si salen a la calle, no respondemos por ellos; pero te prometemos que ninguno que esté dentro de la casa será muerto ni sufrirá daño alguno.20Pero si nos delatas, este juramento ya no nos obligará de ninguna manera.21―Acepto las condiciones —contestó ella, y dejó la cuerda escarlata colgando de la ventana cuando ellos se fueron.22Los dos espías subieron a las montañas y permanecieron allí tres días hasta que los hombres que los estaban buscando regresaron a la ciudad después de buscar inútilmente por todo el camino.23Entonces los dos espías, descendiendo de la montaña, cruzaron el río Jordán e informaron a Josué todo lo que les había sucedido.24«El SEÑOR nos dará toda la tierra —dijeron—, porque el pueblo está muerto de miedo a causa de nosotros».
Nueva Versión Internacional (Castellano)
Rajab y los espías
1Luego Josué hijo de Nun envió secretamente, desde Sitín, a dos espías con la siguiente orden: «Id a explorar la tierra, especialmente Jericó». Cuando los espías llegaron a Jericó, se hospedaron en la casa de una prostituta llamada Rajab.2Pero el rey de Jericó se enteró de que dos espías israelitas habían entrado esa noche en la ciudad para reconocer el país.3Así que le envió a Rajab el siguiente mensaje: «Echa fuera a los hombres que han entrado en tu casa, pues vinieron a espiar nuestro país».4Pero la mujer, que ya había escondido a los espías, le respondió al rey: «Es cierto que unos hombres vinieron a mi casa, pero no sé quiénes eran ni de dónde venían.5Salieron cuando empezó a oscurecer, a la hora de cerrar las puertas de la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Id tras ellos; tal vez los alcancéis».6(En realidad, la mujer había llevado a los hombres al techo de la casa y los había escondido entre los manojos de lino que allí secaba).7Los hombres del rey fueron tras los espías, por el camino que lleva a los vados del río Jordán. En cuanto salieron, las puertas de Jericó se cerraron.8Antes de que los espías se acostaran, Rajab subió al techo9y les dijo: ―Yo sé que el SEÑOR os ha dado esta tierra, y por eso estamos aterrorizados; todos los habitantes del país están muertos de miedo ante vosotros.10Tenemos noticias de cómo el SEÑOR secó las aguas del Mar Rojo para que vosotros pasarais, después de haber salido de Egipto. También hemos oído cómo destruisteis completamente a los reyes amorreos, Sijón y Og, al este del Jordán.11Por eso estamos todos tan amedrentados y descorazonados frente a vosotros. Yo sé que el SEÑOR y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra.12Por lo tanto, os pido ahora mismo que juréis en el nombre del SEÑOR que seréis bondadosos con mi familia, como yo lo he sido con vosotros. Quiero que me deis como garantía una señal13de que perdonaréis la vida de mis padres, de mis hermanos y de todos los que viven con ellos. ¡Jurad que nos salvaréis de la muerte!14―¡Juramos por nuestra vida que la vuestra no correrá peligro! —contestaron ellos—. Si no nos delatas, seremos bondadosos contigo y cumpliremos nuestra promesa cuando el SEÑOR nos entregue este país.15Entonces Rajab los bajó por la ventana con una soga, pues la casa donde ella vivía estaba sobre la muralla de la ciudad.16Ya les había dicho previamente: «Huid rumbo a las montañas para que vuestros perseguidores no os encuentren. Escondeos allí durante tres días, hasta que ellos regresen. Entonces podréis seguir vuestro camino».17Los hombres le dijeron a Rajab: ―Quedaremos libres del juramento que te hemos hecho18si, cuando conquistemos la tierra, no vemos este cordón rojo atado a la ventana por la que nos bajas. Además, tus padres, tus hermanos y el resto de tu familia deberán estar reunidos en tu casa.19Quien salga de la casa en ese momento será responsable de su propia vida, y nosotros seremos inocentes. Solo nos haremos responsables de quienes permanezcan en la casa si alguien se atreve a ponerles la mano encima.20Conste que, si nos delatas, nosotros quedaremos libres del juramento que nos obligaste a hacer.21―De acuerdo —respondió Rajab—. Que sea tal como habéis dicho. Luego los despidió; ellos partieron, y ella ató el cordón rojo a la ventana.22Los hombres se dirigieron a las montañas y permanecieron allí tres días, hasta que sus perseguidores regresaron a la ciudad. Los habían buscado por todas partes, pero sin éxito.23Los dos hombres emprendieron el regreso; bajando de las montañas, vadearon el río y llegaron adonde estaba Josué hijo de Nun. Allí le relataron todo lo que les había sucedido:24«El SEÑOR ha entregado todo el país en nuestras manos. ¡Todos sus habitantes tiemblan de miedo ante nosotros!»
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