1A mediados de mayo del año undécimo del cautiverio del rey Joacín, me vino este mensaje del SEÑOR:2«Hombre mortal, pregúntale al faraón, rey de Egipto, y a todo su pueblo: “¿Con quién les gustaba compararse cuando estaban en el punto más alto de su poderío?3¡Tú eres como Asiria lo fue, una nación grande y poderosa, como un cedro del Líbano, llena de frondosas ramas, con su copa tan alta que llegaba hasta las nubes!4Sus raíces penetraban profundamente en la tierra húmeda, crecía en forma exuberante y mandaba sus acequias de agua a todos los árboles en derredor.5Sobrepasaba a todos los demás árboles, se multiplicaron sus ramas y su fronda se extendió gracias a toda el agua que tenían sus raíces.6Las aves hacían sus nidos en sus ramas, y a su sombra los rebaños y el ganado se reproducían. Todas las grandes naciones del mundo vivían bajo su sombra protectora.7Era fuerte y hermoso, pues sus raíces penetraban hondo hasta el agua.8Este árbol era más alto que cualquier otro en el jardín de Dios; ningún ciprés tenía ramas iguales, ni su fronda podía compararse; ninguno lo igualaba en hermosura.9Por la magnificencia que yo le había dado, él era la envidia de todos los demás árboles del Edén, el jardín de Dios.10»”Pero Egipto se ha vuelto orgulloso y arrogante, dice el SEÑOR Dios. Entonces, ya que se ha puesto tan por encima de los demás, alcanzando las nubes,11yo lo entregaré en poder de una poderosa nación para destruirlo como merece su arrogancia. ¡Yo mismo lo talaré!12Un ejército extranjero, el de Babilonia —el terror de las naciones—, invadirá su tierra y lo talará, dejándola caído sobre la tierra. Sus ramas serán esparcidas por las montañas, valles y ríos de su tierra. Todos aquellos que viven bajo su sombra se alejarán y lo dejarán secándose allí donde cayó.13En lo que quede por los suelos sólo podrán poner sus nidos algunas aves y su refugio algunas fieras.14¡Que ninguna otra nación se regocije con orgullo por su propia prosperidad, aunque sea más alta que las nubes, pues todas están sentenciadas y caerán estrepitosamente junto con todos los hombres orgullosos del mundo!”».15El SEÑOR Dios dice: «¡Cuando Egipto cayó, hasta la naturaleza sufrió por ello, hice que los océanos hicieran duelo por él y restringieran sus mareas! Vestí al Líbano de negro e hice llorar a sus árboles.16Hice temblar a las naciones con temor ante lo estrepitoso de su caída, porque lo arrojé al abismo de la muerte junto con todas aquellas naciones que eran como él. Y todos los otros árboles orgullosos del Edén, los más escogidos y mejores del Líbano, aquellos cuyas raíces penetraban profundamente hasta las corrientes subterráneas, se consuelan al encontrarlo allí junto a ellas en el abismo de la muerte.17Sus aliados también están todos destruidos y perecen con él. Ellos descendieron con ella al mundo inferior, aquellas naciones que habían vivido bajo su sombra protectora.18»¡Oh Egipto, tú eres grande y glorioso entre los árboles del Edén, las naciones del mundo! ¡Pero serás abatido hasta el abismo de la muerte junto con todas estas otras naciones! Estarás entre las naciones que desprecias, liquidadas en la guerra. Este es el destino que le espera al faraón y a toda su innumerable gente, dice el SEÑOR».
Nueva Versión Internacional (Castellano)
El cedro del Líbano
1El día primero del mes tercero del año undécimo, el SEÑOR me habló diciendo:2«Hijo de hombre, dile al faraón y a toda su gente: »“¿Quién se puede comparar con tu grandeza?3Fíjate en Asiria, que alguna vez fue cedro del Líbano, con bello y frondoso ramaje; su copa llegaba hasta las nubes.4Las aguas lo hicieron crecer; las corrientes profundas lo nutrieron. Sus ríos corrían en torno a sus raíces; sus acequias regaban todos los árboles del campo.5Así el cedro creció más alto que todos los árboles. Gracias a las abundantes aguas, se extendió su frondoso ramaje.6Todas las aves del cielo anidaban en sus ramas. Todas las bestias del campo parían bajo su follaje. Todas las naciones vivían bajo su sombra.7Era un árbol imponente y majestuoso, de ramas extendidas; sus raíces se hundían hasta las profundas aguas.8Ningún cedro en el jardín de Dios se le podía comparar; ningún pino ostentaba un follaje parecido, ni tenían sus frondas los castaños. Ningún árbol del jardín de Dios se le comparaba en hermosura.9Yo lo hice bello y con un ramaje majestuoso. En el Edén, jardín de Dios, era la envidia de todos los árboles.10»”Por eso, así dice el SEÑOR omnipotente: ‘Por cuanto el árbol creció tan alto, y ufano de su altura irguió su copa hasta las nubes,11yo lo he desechado; lo he dejado en manos de un déspota invasor, para que lo trate según su maldad.12Los extranjeros más crueles lo han talado, abandonándolo a su suerte. Sus ramas han caído en los montes y en los valles; yacen rotas por todas las cañadas del país. Huyeron y lo abandonaron todas las naciones que buscaban protección bajo su sombra.13Ahora las aves del cielo se posan sobre su tronco caído, y los animales salvajes se meten entre sus ramas.14Y esto es para que ningún árbol que esté junto a las aguas vuelva a crecer tanto; para que ningún árbol, por bien regado que esté, vuelva a elevar su copa hasta las nubes. Todos están destinados a la muerte, a bajar a las regiones profundas de la tierra y quedarse entre los mortales que descienden a la fosa.15»” ’Así dice el SEÑOR omnipotente: El día en que el cedro bajó al abismo, hice que el mar subterráneo se secara en señal de duelo. Detuve sus corrientes, y contuve sus ríos; por él cubrí de luto al Líbano, y todos los árboles del campo se marchitaron.16Cuando lo hice bajar al abismo, junto con los que descienden a la fosa, con el estruendo de su caída hice temblar a las naciones. Todos los árboles del Edén, los más selectos y hermosos del Líbano, los que estaban mejor regados, se consolaron en las regiones subterráneas.17Sus aliados entre las naciones que buscaban protección bajo su sombra también descendieron con él al abismo, junto con los que habían muerto a filo de espada.18Ningún árbol del Edén se le podía comparar en grandeza y majestad. No obstante, también él descendió con los árboles del Edén a las regiones subterráneas. Allí quedó tendido en medio de los paganos, junto con los que murieron a filo de espada. ¡Y así será la muerte del faraón y de todos sus súbditos! Lo afirma el SEÑOR omnipotente’ ”».
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