1Un día a fines de diciembre del noveno año del cautiverio del rey Joaquín me vino otro mensaje del SEÑOR.2«Hombre mortal, me dijo, escribe esta fecha, pues hoy el rey de Babilonia ha atacado a Jerusalén.3Y ahora entrega esta parábola a estos rebeldes de Israel. Diles que el SEÑOR Dios dice: “Coloquen una olla sobre el fuego para hervir.4Llénenla con carne de carnero escogida: el cuarto trasero, la espalda y todos los cortes más tiernos.5Usen sólo los mejores carneros del rebaño, y apilen la leña sobre el fuego debajo de la olla. Cuezan la carne bien, hasta que se desprenda de los huesos”.6»Pues el SEÑOR Dios dice: “¡Ay de Jerusalén, Ciudad de Homicidas, tú eres como una olla herrumbrosa y desportillada! Luego saca la carne trozo a trozo en cualquier orden que venga, pues ninguna parte es mejor que otra.7Porque su maldad es evidente a todos, audazmente da muerte a quien le da la gana, dejando sangre de las víctimas sobre las rocas a la vista de todos; ni siquiera procura cubrirla.8Y yo la he dejado allí sin cubrir; para que esa sangre sea como una acusación a mí contra ella y despierte mi cólera y deseos de someterla a juicio severo.9»”¡Ay de Jerusalén, Ciudad de Homicidas, apilaré la leña debajo de ella!10Amontona la leña, deja que el fuego arda y la olla hierva. Que se cueza bien la carne y luego vacía la olla y quema los huesos.11Déjala vacía sobre las brasas para que se queme su herrumbre y todas las adherencias de comida.12¡Pero de nada vale, no desaparece su suciedad e impureza a pesar del fuego ardiente!13¡Es la herrumbre y corrupción de tu lascivia sucia, de la devoción de los ídolos! ¡Y ahora, puesto que quise limpiarte y te rehusaste, permanece sucia hasta que mi cólera haya enviado todos sus castigos sobre ti!14¡Yo, el SEÑOR, lo he dicho, sucederá así, yo lo haré!”».
Muerte de la esposa de Ezequiel
15De nuevo me vino un mensaje del SEÑOR, diciendo:16«Hombre mortal, voy a quitarte tu hermosa esposa. Repentinamente ella morirá. Sin embargo, no debes mostrar ningún dolor. No llores; no le guardes luto.17Puedes suspirar, pero en forma silenciosa. Que no haya duelo ni llanto ante su tumba, no te descubras la cabeza ni los pies como es la costumbre en estos casos, ni tampoco aceptes la comida que te traigan los amigos para consolarte».18Yo proclamé esto al pueblo por la mañana, y a la tarde murió mi esposa. A la mañana siguiente hice todo lo que el SEÑOR me había mandado.19Luego la gente preguntó: «¿Qué significa todo esto? ¿Qué pretendes comunicarnos con tu actitud?».20Yo respondí: «El SEÑOR me mandó decir al pueblo de Israel: “Yo destruiré mi hermoso templo, el cual representa la fuerza de la nación. Y sus hijos e hijas en Judea serán muertos por herida de espada.22Y harán como he hecho yo; no pueden hacer duelo en público o consolarse comiendo la comida traída por aquellos que se compadecen de ustedes.23Sus cabezas y pies no serán descubiertos como es la costumbre, no harán duelo ni llorarán. Pero lamentarán los unos por los otros por sus maldades y harán duelo a solas por todo el mal que han hecho.24Ezequiel es un ejemplo para ustedes, dice el SEÑOR Dios. Harán como él ha hecho. Y cuando venga ese momento, entonces sabrán que yo soy el SEÑOR”.25»Hombre mortal, en el día en que yo termine de quitarles en Jerusalén el gozo de sus corazones y su orgullo y alegría —me refiero a sus esposas e hijos e hijas—,26en ese día un refugiado de Jerusalén comenzará su viaje hasta Babilonia para contarte lo que ha pasado.27Y en el día de su llegada, tu voz de pronto retornará a ti para que puedas hablar con él. Y tú serás un símbolo para esta gente y ellos sabrán que yo soy el SEÑOR».
Nueva Versión Internacional (Castellano)
La olla hirviente
1El día diez del mes décimo del año noveno, el SEÑOR me habló diciendo:2«Hijo de hombre, anota la fecha de hoy, de este mismo día, porque el rey de Babilonia se ha puesto en marcha contra Jerusalén.3Cuéntale una parábola a este pueblo rebelde, y adviértele que así dice el SEÑOR omnipotente: »“Coloca la olla sobre el fuego y échale agua.4Agrégale pedazos de carne, los mejores trozos de pierna y de lomo, y lo mejor de los huesos.5Toma luego la oveja más gorda y amontona leña debajo de ella, para que hierva bien el agua y se cuezan bien los huesos.6»”Porque el SEÑOR omnipotente dice: »”¡Ay de la ciudad sanguinaria! ¡Ay de esa olla corroída, cuya herrumbre no se puede quitar! Saca uno a uno los trozos de carne, tal como vayan saliendo.*7La ciudad está empapada en su sangre, pues ella la derramó sobre la roca desnuda; no la derramó por el suelo, para impedir que el polvo la cubriera.8Sobre la roca desnuda he vertido su sangre, para que no quede cubierta. Así haré que se encienda mi ira, y daré lugar a mi venganza.9»”Porque así dice el SEÑOR omnipotente: »”¡Ay de la ciudad sanguinaria! Yo también amontonaré la leña.10¡Vamos, apilad la leña y encended el fuego! ¡Cocinad la carne y preparad las especias, y que se quemen bien los huesos!11¡Poned la olla vacía sobre las brasas, hasta que el bronce esté al rojo vivo! ¡Que se fundan en ella sus impurezas, y se consuma su herrumbre!12¡Aunque esa olla está tan oxidada que ya ni con fuego se purifica!*13»”Jerusalén, yo he querido purificarte de tu infame lujuria, pero no has dejado que te purifique. Por eso, no quedarás limpia hasta que se apacigüe mi ira contra ti.14Yo, el SEÑOR, lo he dicho, y lo cumpliré. Yo mismo actuaré, y no me voy a retractar. No tendré compasión ni me arrepentiré. Te juzgaré conforme a tu conducta y a tus acciones. Lo afirma el SEÑOR omnipotente”».
Muerte de la esposa de Ezequiel
15El SEÑOR me habló diciendo:16«Hijo de hombre, voy a quitarte de golpe la mujer que te deleita la vista. Pero no llores ni hagas lamentos, ni dejes tampoco que corran tus lágrimas.17Gime en silencio y no hagas duelo por los muertos. Átate el turbante, cálzate los pies, y no te cubras la barba ni comas el pan de duelo».18Por la mañana le hablé al pueblo, y por la tarde murió mi esposa. A la mañana siguiente hice lo que se me había ordenado.19La gente del pueblo me preguntó: «¿No nos vas a explicar qué significado tiene para nosotros lo que estás haciendo?»20Yo les contesté: «El SEÑOR me habló y me ordenó21advertirle al pueblo de Israel que así dice el SEÑOR omnipotente: “Voy a profanar mi santuario, orgullo de vuestra fortaleza, el templo que os deleita la vista y en el que depositáis vuestro afecto. Los hijos y las hijas que dejasteis morirán a filo de espada,22y vosotros haréis lo mismo que yo: no os cubriréis la barba ni comeréis el pan de duelo.23Llevaréis el turbante sobre la cabeza y os calzaréis los pies. No lloraréis ni haréis lamentos, sino que os pudriréis a causa de vuestros pecados y gemiréis unos con otros.24Ezequiel os servirá de señal, y haréis lo mismo que él hizo. Cuando esto suceda, sabréis que yo soy el SEÑOR omnipotente”.25»Y tú, hijo de hombre, el día en que yo les quite su fortaleza, su alegría y su gozo, el templo que les deleita la vista, el deseo de su corazón, y a sus hijos e hijas,26vendrá un fugitivo a comunicarte la noticia.27Ese mismo día se te soltará la lengua y dejarás de estar mudo. Entonces podrás hablar con el fugitivo; servirás de señal para ellos, y sabrán que yo soy el SEÑOR».
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