1Luego el Espíritu me alzó de nuevo y me llevó a la entrada oriental del templo, donde vi a veinticinco de los hombres más prominentes de la ciudad, incluyendo a dos funcionarios, Jazanías, hijo de Azur, y Palatías, hijo de Benaías.2El Espíritu me dijo: «Hombre mortal, estos son los hombres responsables de tanta maldad por todo el consejo perverso que se está dando en esta ciudad, pues ellos dicen al pueblo:3“Ahora es el tiempo de reconstruir Jerusalén, pues nuestra ciudad es tan segura como un escudo de hierro y nos protegerá de todo mal”.4Por lo tanto, hombre mortal, profetiza contra ellos con voz fuerte y clara».5Luego el Espíritu del SEÑOR vino sobre mí y me mandó que dijera: «El SEÑOR dice al pueblo de Israel: “¿Es eso lo que ustedes están diciendo? Sí, yo sé que lo están haciendo, pues yo conozco todo lo que piensan, cada pensamiento que viene a sus mentes.6Ustedes han asesinado sin parar y han llenado sus calles con los muertos de su violencia.7»”Por lo tanto el SEÑOR dice: ¿Ustedes piensan que esta ciudad es tan segura como un escudo de hierro? ¡Pues no lo es, no los protegerá! Sus muertos estarán tendidos adentro, pero ustedes serán arrastrados afuera y ahí los matarán.8Yo los expondré a la guerra que tanto han temido, dice Dios el SEÑOR,9y los tomaré de Jerusalén y los entregaré a extranjeros que ejecutarán mis juicios contra ustedes.10Serán muertos por todo el camino hacia las fronteras de Israel, y entonces comprenderán que yo soy el SEÑOR.11¡No, esta ciudad no será como un escudo de hierro para ustedes, y no estarán seguros dentro de ella! ¡Yo los perseguiré aun hasta las fronteras de Israel!12Y comprenderán que yo soy el SEÑOR, al que ustedes no han querido obedecer, sino que ustedes han preferido imitar a las naciones a su alrededor”».13Mientras aún estaba hablando y contándoles esto, Palatías, hijo de Benaías, murió de repente. Luego me eché con el rostro hasta el suelo y clamé: «¡Oh SEÑOR Dios!, ¿has de matar a todos en Israel?».14De nuevo me vino un mensaje del SEÑOR:15«Hombre mortal, el remanente que queda en Jerusalén está diciendo de tus hermanos que están exiliados: “Ha sido a consecuencia de que eran tan malvados que el SEÑOR los exilió. Ahora el SEÑOR nos ha dado sus tierras a nosotros”.16Pero diles a los exiliados que el SEÑOR Dios dice: “Aunque los he esparcido entre las naciones del mundo, sin embargo, yo seré un santuario para ustedes por el tiempo que estén allí,17y algún día los juntaré de entre las naciones donde están esparcidos y les haré volver de nuevo a la tierra de Israel.18Y cuando vuelvan, quitarán todo rastro de toda esta horrible idolatría que está practicándose en la actualidad.19Les daré un solo corazón y un espíritu nuevo; quitaré sus corazones duros como si fueran de piedra y les daré corazones tiernos llenos de amor hacia Dios20para que puedan seguir con gusto mis instrucciones y ser mi pueblo, y yo seré su Dios.21Pero en cuanto a los que están ahora en Jerusalén, esos que anhelan los ídolos, yo les pagaré en pleno por sus malas conductas, dice el SEÑOR Dios”».
La gloria del Señor abandona Jerusalén
22Los querubines desplegaron sus alas y se alzaron en el aire con sus ruedas junto a ellos, y la magnífica presencia del Dios de Israel estaba sobre ellos.23Luego la presencia magnífica del SEÑOR se alzó de encima de la ciudad y se puso sobre la montaña al oriente.24Después el Espíritu de Dios me llevó de vuelta a Babilonia, a los judíos que estaban exiliados allí. Y así concluyó la visión de mi visita a Jerusalén.25Y les conté a los exiliados todo lo que el SEÑOR me había mostrado.
Nueva Versión Internacional (Castellano)
Juicio contra los líderes de Israel
1Un viento me levantó y me llevó hasta la entrada oriental del templo del SEÑOR. A la entrada vi a veinticinco hombres, entre los cuales estaban Jazanías hijo de Azur y Pelatías hijo de Benaías, que eran jefes del pueblo.2Dios me dijo: «Hijo de hombre, estos son los que están tramando maldades y dando malos consejos en esta ciudad.3Dicen: “Todavía no es el momento de reconstruir las casas. La ciudad es la olla y nosotros somos la carne”.4Por eso, hijo de hombre, profetiza contra ellos; ¡sí, profetiza!»5El Espíritu del SEÑOR vino sobre mí y me ordenó proclamar: «Así dice el SEÑOR: “Vosotros, pueblo de Israel, habéis dicho esto, y yo conozco vuestros pensamientos.6Habéis matado a mucha gente en esta ciudad y habéis llenado las calles de cadáveres.7Por eso yo, el SEÑOR omnipotente, os aseguro que los cadáveres que habéis arrojado en medio de la ciudad son la carne, y la ciudad es la olla de la que yo os arrojaré.8¿Teméis la guerra? Pues bien, yo, el SEÑOR omnipotente, declaro que enviaré guerra contra vosotros.9Os echaré de la ciudad, os entregaré en manos de extranjeros y os castigaré con justicia.10Moriréis a filo de espada; yo os juzgaré en las mismas fronteras de Israel, y así sabréis que yo soy el SEÑOR.11La ciudad no os servirá de olla, ni seréis la carne dentro de ella. Yo os juzgaré en la frontera misma de Israel.12Entonces sabréis que yo soy el SEÑOR. No habéis seguido mis decretos ni habéis cumplido con mis leyes, sino que habéis adoptado las costumbres de las naciones que os rodean”».13Mientras yo profetizaba, Pelatías hijo de Benaías cayó muerto. Entonces caí rostro en tierra y clamé a gritos: «¡Ay, SEÑOR mi Dios! ¿Vas a exterminar al resto de Israel?»14El SEÑOR me habló diciendo:15«Hijo de hombre, esto es lo que dicen los habitantes de Jerusalén en cuanto a tus hermanos, tus parientes y todo el pueblo de Israel: “Ellos se han alejado del SEÑOR, y por eso se nos ha dado esta tierra en posesión”.16Por tanto, adviérteles que así dice el SEÑOR omnipotente: “Aunque los desterré a naciones lejanas y los dispersé por países extraños, por un tiempo les he servido de santuario en las tierras adonde han ido”.17»Adviérteles también que así dice el SEÑOR omnipotente: “Yo os reuniré de entre las naciones; os juntaré de los países donde habéis estado dispersos, y os daré la tierra de Israel.18Ellos volverán a su tierra y echarán de allí a los ídolos detestables y pondrán fin a las prácticas repugnantes.19Yo les daré un corazón íntegro, y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen, y pondré en ellos un corazón de carne,20para que cumplan mis decretos y pongan en práctica mis leyes. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.21Pero, a los que van tras esos ídolos detestables y siguen prácticas repugnantes, yo les pediré cuentas de su conducta. Lo afirma el SEÑOR omnipotente”».
La gloria del Señor abandona Jerusalén
22Los querubines desplegaron sus alas. Las ruedas estaban junto a ellos, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos.23La gloria del SEÑOR se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el cerro que está al oriente de Jerusalén.24En una visión, un viento me levantó y me trasladó hasta donde estaban los exiliados en Babilonia; y la visión desapareció.25Entonces les comuniqué a los exiliados lo que el SEÑOR me había revelado.
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